Sabíamos que el viaje sería largo, ya que era en autobús, pero también sabíamos que valdría la pena y que lo pasaríamos tan bien como en los anteriores. El viaje se hizo corto gracias al acompañamiento de guitarras y esas voces nuestras que tanto nos gusta exhibir.

Cuando llegamos, todos estábamos muy cansados, pero teníamos que llegar a tiempo para ver el Parlamento Europeo. Después de esa visita, todos estábamos más tranquilos. Sin perder un segundo nos fuimos al Museo de Instrumentos Musicales. Allí, con unos cascos, podías escuchar la música del instrumento que estabas observando. Era muy interesante, ya que había instrumentos muy antiguos y de todas las culturas del mundo. Cuando acabó esta visita ya era la hora de comer, así que… ¿qué mejor sitio para comer que el Jardín del Palacio Real?

El coro junto al Manneken Pis.


Un poco más tarde, seguimos visitando Bruselas y sus Iglesias hasta que llegamos a nuestro hotel, donde pudimos descansar después de un largo viaje y una mañana movidita. Mas tarde, unos cuantos coralistas rezagados por el sueño, partimos de nuevo a la ciudad para ver el Manneken Pis mientras nos comíamos unos riquísimos gofres y terminando estos mientras llegábamos a la Grand Place. Creo que ésta es una plaza que nunca olvidaremos, pues sus edificios, altos y bonitos, nos dejaron impresionados, además de que sería nuestro punto de encuentro después del tiempo libre, por tanto no debíamos olvidarla. Terminada esta jornada, lo único que podíamos hacer era meternos en la cama y descansar.

Al día siguiente, tras unos desayunos exquisitos, nos vestimos con nuestro uniforme del coro y con el autobús marchamos hacia el Colegio Europeo Uccle-Ixelles, dónde cantamos muy bien ante chicos y chicas de todas las edades estudiantes de español. Fue muy divertido, y aunque al principio estábamos nerviosos, estamos seguros de que lo hicimos de maravilla. El Colegio Europeo era muy grande y bonito, aunque no pudimos ver sus clases por dentro como nos hubiera gustado. Eso si, pudimos adentrarnos en el edificio de música (lo mas apropiado para un coro) que nos dejo impresionados: “Así cualquiera aprende a tocar el piano” decíamos la mayoría al ver aquella sala llena de pianos. Comimos ahí y tras ver las casas de la urbanización del colegio, fuimos de nuevo al centro para acabar en el Museo del Cómic. Estuvo muy interesante ya que podía ver todo tipo de comics, su realización, los bocetos, así como escenarios preparados para que pudieras hacerte fotos. Después de esta visita ya era la hora de cenar y a la hora del reencuentro, no pudimos evitar cantar todos juntos de nuevo en la Grand Place, una experiencia increíble. Después de este día, tuvimos que dejar las charlas a un lado y dormir, ya que el día siguiente sería duro.

En la Grand Place de Bruselas.


Nada más y nada menos, viajaríamos a Brujas y Gante. Brujas es una bella ciudad, y aunque disfrutábamos de la oportunidad de recorrerla entera, no podíamos evitar un retortijón de envidia al ver a los turistas observando todo desde el canal. Sin embargo, para nuestra sorpresa, el instituto nos tenía reservada una de las barcas para que nosotros también pudiéramos hacer el recorrido. Comimos allí, y después de reunirnos en la Plaza Mayor de Brujas nos subimos al autobús y fuimos a Gante. Visitamos la ciudad y sus catedrales, castillos e iglesias, aunque no pudimos ver el políptico de la Adoración del cordero místico de Van Eyck, como estaba previsto, nos quedamos satisfechos. Finalmente volvimos al hotel, y como siempre ¡la última noche no se duerme!.

El último día, todos estábamos cansado y tristes, no queríamos irnos. Nuestra última visita sería el Atomium, impresionante monumento dónde podías ver toda la ciudad. Creo que a muchos nos temblaron las piernas después de bajar esas increíbles alturas. Nos dio mucha pena irnos. A sido un viaje para no olvidar, rico culturalmente, interesante y divertido. El viaje de vuelta, como siempre, con concursos divertidos y mini regalitos. No olvidaremos Bélgica, ni sus cervezas ni chocolates, pero sobretodo la ayuda que nos prestamos unos a otros y el respeto en cada concierto. Parece ser que en cada viaje aparece un coro mucho más unido que el año anterior.



El coro Núñez de Arce y el símbolo de Bélgica: El Atomium.




Escrito por Rocío Torío Gonzalez