Después de un largo año de ensayos, actuaciones e ilusión, llegó el gran momento en el que Charo nos dijo después del ensayo: chicos, el viaje ya está medio programado, solo os diré que cantaremos en el instituto Hernández Pacheco.
La larga espera en el bus y las muchas maneas coralistas de combatir ese tedio
Las largas horas en bus
Todos, intrigados, investigamos para descubrir donde se hallaba ese instituto, y, finalmente, averiguamos que se encontraba en la ciudad de Cáceres, provincia de Extremadura. Preparamos mucho el repertorio antes de partir, y después de unos duros ensayos llego el día de salir hacia allí.
El viaje en el autocar fue una verdadera aventura. Todos íbamos cantando, con dos guitarras como acompañantes, y cada una tocando canciones diferentes en las distintas partes del autocar, como si de distintas salas de una discoteca se trataran. Por mucho que Charo insistía en que cuidásemos la voz, no sirvió de nada, pues seguimos cantando durante toooodo el viaje.

A mitad de camino hicimos una pequeña parada, y allí comimos unos pequeños aperitivos llevados en clandestinidad en el autocar.
Desde las altas instancias constante supervisión
Y por fin, llegamos a nuestro querido albergue. Era mas bien grande, con amplios espacios verdes en los cuales pasaríamos nuestra ultima noche, pero eso os lo contaremos en su debido momento.
Antes incluso de deshacer las maletas, hubo un pequeño ensayo, para calmar los nervios de la pobre Charo y afianzar un poco las canciones. Y después, al son de "sleep my baby" nos fuimos a nuestras habitaciones a preparar las cosas para cenar.

Tras cenar y conocer un poco el albergue, marchamos a las habitaciones donde se supone que deberíamos haber dormido, pero en la cual, por los nervios y las ganas de cachondeo, se durmió más bien poco (por no decir nada).
Una nueva promoción del coro Núñez de Arce dándose a conocer
Y por fin llego el gran día. Fuimos al instituto Hernández Pacheco, y allí lo primero que tuvimos que hacer fue preparar la sala en la cual teníamos que cantar (que nos la podrían haber preparado ellos, pero bueno). Preparamos el sitio para el violonchelo y el piano, el lugar para los coralistas, y rápidamente a prepararnos para comenzar el concierto.

La actuación quedó considerablemente bien, mucho mejor de lo esperado por todos, y nos fuimos muy contentos de allí después de la pequeña merendola que nos preparo el instituto.
Foto grupal del coro, estuvieras allí o no
Y a continuación, nos dirigimos a conocer el casco histórico de la ciudad. Anduvimos mucho (pero que mucho mucho) por allí y conocimos lugares sorprendentes.
Después nos fuimos a comer, cada uno donde pudo, y nos reunimos de nuevo en el casco histórico para continuar nuestro "ruting turístico", no sin antes sacarnos una foto grupal, en la cual el fotoshop hizo algunos retoques para añadir a la gente que faltaba.


Derroche de facultades
 Y después de todo un día de largas visitas por diversos lugares, llegó la esperada segunda y última noche. Primero una nueva pequeña visita por el casco histórico, pero esta vez de noche, y después fuimos a una fiesta que nos habían preparado en una discoteca (o algo parecido) muy amablemente el instituto Hernández Pacheco.
Las calles de Cáceres

A la hora de la cena, algo similar a lo de la comida, cada uno cenó donde pudo y nos volvimos a reunir para dar más vueltas por el casco histórico, haciendo alguna parada que otra para cantar y bailar en la calle, y lo más importante, pasarlo muy bien todos juntos.
Durante toda la noche, en el jardín y las habitaciones del albergue, hubo diversas "reuniones" con muchos y muy divertidos momentos. Esa noche no durmieron más que las Charos
A la mañana siguiente nos despedimos del albergue y nos encaminamos rumbo a Valladolid, haciendo paradas en sitios como Plasencia y el museo Vostell (arte, arte, arte).

Atónitos en el museo Vostell
En el viaje de vuelta, no se estuvo tan animado como en el de ida, pues el cansancio pudo con nosotros. A mitad de camino, aprovechando que al día siguiente era el cumpleaños de una de las coralistas, cantamos todos el cumpleaños feliz, mientras la entregábamos una postal firmada por todos los componentes del coro.
Afectos coralistas en Monfragüe
Y llegamos a Valladolid, donde nos despedimos como si no nos fuésemos a volver a ver nunca, entristecidos por no poder compartir más días de convivencia, pero contentos porque sabíamos que un nuevo año nos esperaba, con nuevas actuaciones, nuevos ensayos, y, sobre todo, nuevas ilusiones.

Daniel Fernández y Esther Vián